jueves, 21 de mayo de 2009

LA MUJER SUBLIME

Capítulo 10.
LA MUJER SUBLIME.
El siguiente encuentro tuvo lugar en la gran llanura entre los campos de trigo. Habíamos tardado varias horas en llegar hasta allí en automóvil. Como siempre, nos guiábamos por el contacto cósmico. El tiempo era bueno y hacía calor. Alguna nube grande ocultaba a veces el sol. Llegados al lugar, dejamos el vehículo y nos adentramos a pie entre los campos. La bóveda celeste aparecía extensa, en relación con la que se ve en lugares montañosos a los que estábamos acostumbrados en los encuentros anteriores. De repente asistimos al paso de varias formaciones de discos, una cantidad de medios espaciales que nos dejó pasmados. Cada vez que pasaban aquellas formaciones se producía un zumbido extraordinariamente imponente y agradable, que vibraba como una innensa estereofonía celeste.
Después vimos venir a la astronave desde un punto del cielo. Se acercó y quedó suspendida a varios cientos de metros del suelo cubierto de espigas doradas: de ella salió un disco tan grande y bello como nunca lo habíamos visto antes. Como siempre, Tina lanzaba exclamaciones de alegría. El objeto del espacio se posó sobre el pequeño prado que dividía en dos el campo de trigo. De él salieron Rafael, Firkon, Orthon, Kalna, Ilmuth y una joven de extraordinaria belleza, que nos impresionó profundamente. Vestían todos sencillamente con amplios "chandals" y largas vestiduras hasta los tobillos. El tejido parecía ligero y sin costuras y los colores variaban desde el beige al azul fuerte, del violeta al celeste. La mujer vestía de azul pálido, su cabello era castaño claro y le caía por la espalda.
Llevaba un par de sandalias que parecían doradas, pero el color producía reflejos tornasolados, por lo que a veces aparecían colores que no sabría describir. Por su aspecto demostraba unos veinticinco años. Sus ojos, de color azul, eran dulcísimos y expresaban una belleza y una bondad indecibles. Todo su ser emanaba una suavidad y una grandeza sublimes. Se dirigió con mucha gracia, naturalidad y sencillez hacia nosotros.
"Sed bienvenidos a este encuentro que deseábamos desde hace tiempo", dijo con voz dulcísima.
Rafael sugirió que nos sentásemos a la sombra de un árbol grande, que surgía en el limite del pradillo entre los dos campos de trigo. El gran disco estaba a unas decenas de metros de nosotros y solamente podíamos verlo de pie, porque al sentarnos las espigas de trigo nos tapaban la visión.
Cada uno encontró un sitio bastante cómodo. La dulce muchacha se sentó sobre una piedra cubierta de hierba. Rafael dijo que la astronave, la cual aparecía aún inmóvil en el cielo, estaba protegida por un campo magnético que la hacia invisible a la vista humana.
Los Hermanos expresaron su alegría de estar con nosotros, y nosotros hicimos lo mismo. Luego hubo silencio y la dulce Señora del espacio dijo:
"Cuando se os permita viajar por el espacio en nuestras astronaves, os diremos otras cosas que nos importa muchísimo trasmitiros. Esta misión tiene el objetivo de daros conocimientos y ofreceros experiencias que os pongan en disposición de trasmitir a vuestros hermanos de la Tierra nuestro mensaje. Toda la vida universal está en comunion. Cuando un planeta esta en peligro y amenaza la paz y la armonía de toda la familia del Padre, nosotros obramos en su nombre para salvarlo".
Estabamos todos vueltos hacia ella y escuchábamos con la mayor atención. El sol tenía reflejos rojizos que coloreaban su rostro resaltando su maravillosa belleza, mientras sus palabras y sus gestos expresaban una gran sabiduría y conocimiento.
"El bien", continuó, "produce otro bien, la alegría difunde alegría. El Amor produce Amor y el conocimiento, otro conocimiento. Toda la vida universal está en movimiento. La misma Ley vale para el mal, que produce otro mal, si no sirve para comprender su inutilidad y daño. En vuestro planeta el mal ha producido ya tanto mal como para llevar a cabo muerte y destrucción como nunca se vieron antes. Pero estamos aquí para aseguraros que se hará cuanto sea necesario para vuestra salvación".
Calló, y esto tuvo el efecto de aumentar, si era posible, nuestra atención.
"Todos los hijos del Amor Universal trabajan ahora en favor de vuestro planeta, que atraviesa un gran peligro. Pronto los hijos de la Tierra se encontraran con un dolor nunca visto en su historia".
Ahora la maravillosa mujer hablaba despacio, y la tristeza oscurecía su rostro, volviendo melancólica su voz. Sin embargo, nunca disminuía en ella la majestad, que antes bien se realzaba mucho más.
"Nosotros", prosiguió, estamos descontentos del comportamiento de los hermanos de la Tierra. En ocasiones hemos dado varias advertencias, y no han faltado signos. Sin embargo, los fabricantes de la muerte y de la destrucción han ido adelante en sus tremendos proyectos, y los demas han vivido sin preocuperse demasiado, interesados solamente en sus cosas. El Padre no puede ya tolerar la necia obstinación de muchos hombres de la Tierra, y pronto ellos mismos se darán un gran castigo que servirá para purificar los corazones, pero además para detener instantánea e irreversiblemente la destrucción de las maravillosas realidades creadas en el planeta".
La sublime mujer del espacio explicaba lo que consideraba apremiante con sorprendente precisión". Dirigimos a los habitantes de la Tierra una última invitación para que todos los que tienen en el corazón el triunfo de la bondad, el retorno a las cosas sencillas y profundas de la vida, se unan a nosotros, nuestro trabajo por su salvación".
No podremos dar nuevos conocimientos a los hijos de la Tierra mientras que no renuncien definitivamente al mal que hay en ellos. Pero la Tierra no puede quedar en el grado en que se encuentra: es necesaria una nueva era para llevar a toda la humanidad a que cumpla el adecuado paso evolutivo que la salve de milenios de historia de sangre y ruina. Nosotros", dijo con voz suave y llena de sentimiento, "invitamos a todos los hombres de buena voluntad a levantar los ojos al cielo, a ser mejores aunque sólo sea unos pocos minutos cada día, a abrir tambíén por lo menos un resquicio a la bondad y a la humildad, a fin de que sus ojos se puedan abrir y ellos puedan ver claramente toda la peligrosidad de la situación actual en la Tierra. Entonces, y solo entonces, podremos hacer que penetre en sus corazones nuestro mensaje de esperenza y de salvación. No es necesario hacer mucho, pero sí un poco en cada corazón y en las simples acciones de cada día".
Suspiró y dijo aún: "Nadie, absolutamente nadie en la Tierra puede ya salvar al planeta de la ruina a la que la han llevado los hombres insensatos. La salvación vendrá del cielo; pero necesitamos la colaboración de todos, un poco de bondad y conversión al bien que cada uno puede realizar en si mismo y donde vive cada uno puede poner una pequeña piedra; nosotros reuniremos muchas piedras y después haremos lo demás a fin de que se edifique para el futuro el edificio del Amor y de la salvación. Nuestra aflicción por vosotros", suspiró tristemente, "es una pequeña parte de la del Padre. Os estáis acercando a los últimos tiempos de una historia que ha llegado al límite extremo concedido por la justicia de las Leyes Universales del Padre y no os dáis cuenta de ello: sois como ciegos. Nosotros os llamamos continuamente, y no lo oís, como si fuéseis sordos. No queréis ya rogar a quien puede salvaros porque estáis impedidos por vuestra falta de humildad y os dirigís hacia un precipicio sin precedentes sin preocuparos. Queremos que os déis cuenta y que hagáis lo que exigen las Leyes Universales a fin de que podamos evitaros mucho dolor. Sin embargo, esto será inevitable, para que pueda surgir en el planeta un nuevo día que verá vencido al mal y al dolor para siempre, pero es posible evitar lo peor; quizá es todavía posible. Este es el último gran mensaje de Amor y de salvación que damos para despertar vuestra conciencia a las cosas que van a suceder".
Sus ojos encontraron los mios, y después los de Tina. Me sentí trastornado. Pensé que si éste era el último aviso, las cosas estaban ya en un punto de enorme gravedad. Tuve un rnomento de depresión, mitigado sin embargo por la dulzura y la grandeza de aquel rostro. "Nunca nos creerán", dije, "ninguno querrá creer que nos habéis dado una última advertencia para la Tierra en peligro".
"Los hechos que dentro de poco sucederán rebasarán el orgullo de muchos, y los ánimos estarán más dispuestos a escuchar porque verán cada vez más que los acontecimientos concuerdan con lo que diréis. Cuando Dios pidió a Moisés que condujera a su pueblo fuera de la esclavitud, y Moisés hizo constar su incapacidad para que le creyeran, el Señor le eseguró que le creerían porque verían confirmarse sus palabras. Ciertemente que vosotros también tendréís que sufrir la burla y la contradicción de muchos, y vuestras palabras no podrán hacer que se corrijan los hombres sin humildad. Pero lo diréis igualmente, y nosotros os ayudaremos. Es urgente reclamar a todos a la realidad, e instar a cada uno a cambiar su propio corazón y su propia vida con sencillez y bondad, aunque sólo sea un poco cada día. También os enseñaremos a orar como es debido y todos comprenderán que orar es lo más bello que pueden hacer los hijos del Padre. No hay nada mis simple y más grande que ponerse en contacto con toda la fraternidad del Amor Universal de los hijos del Dulce Padre Creador. Esta es otra de las cosas que tendrán que hacer los hombres de la Tierra con sencillez y bondad para obtener la salvación".
No comprendí mucho sus últimas palabras. Ella leyó mi pensamiento y dijo: "Orar significa elevar el propio corazón al cielo, al Creador, a nosotros que somos sus hijos fieles. Orad y hacedlo como lo sintáis, como queráis; pero orad. Para hacer una oración basta poco".
Y prosiguió: "Este tiempo de la Tierra se predijo hace milenios. Se os dieron signos para reconocerlo y estos signos existieron y existen todavía. Pero los hombres están demasiado ocupados en sus provechos egoístas, están demasiado distraídos por sus ansias y por una voluntad de proseguir en su camino desviado. De estas cosas os hablaremos más adelante a bordo de nuestras astronaves. Por ahora os digo que un tiempo maravilloso va a surgir en la Tierra. Vendrá la era predicha en la que todos los sueños de los buenos se realizarán, no habrá ya muerte, ni enfermedad, ni sufrimiento. La justicia estará viva en el corazón y en la vida de los hijos de la Tierra. Pero los hombres tienen el poder de atraer al fin de los fines del planeta, si lo quieren destruir irreparablemente. Nosotros intervendremos para salvar a las víctimas de tanto suplicio. Depende de todos vosotros el evitar tal catástrofe y permitir que en la Tierra pueda haber, después de la tormenta, un tiempo de paz y alegría por la vía del conocimiento y a la espera de pasar a planetas más evolucionados. En caso contrario, este tiempo lo llevaremos a cabo igualmente, pero podría ser brevísimo. En realidad, los acontecimientos se escribieron, pero la hora y la duración sólo las conoce el Padre Dios; y esto porque la libertad de todos los hijos del Creador es una verdad no ficticia. Después se cumplirán todas las profecías que anuncian el fin".
Mi mente luchaba con mi corazón, que había captado plenamente el sentido de sus palabras. La Señora del Espacio sonrió y me reanimó.
"No tratéis", dijo, "de querer comprender ahora las cosas que se os aclararán después. Os prepararemos un poco cada vez para que no os confundáis. También os ayudaremos a poder captar las grandes cosas que se os revelarán. Esto es necesario, y nunca habéis de temer por vuestro equilibrio interior: os daremos paz y serenidad, fuerza y valor. Vosotros mismos quedaréis maravillados de ello".
Le quedé agradecido y vi que también el rostro de Tina se abría en una expresión más relajada. Lo que había oído me parecía más grande que mis pensamientos y un resquicio de asombro iba abriéndose camino en mí. Ahora me sentía fortalecido y no tenía duda acerca de la ayuda para nosotros y para los hermanos de la Tierra que se abrieran a su mensaje tan grande, acerca de la ayuda de aquellos seres maravillosos y de la Señora del Espacio.
"Se hará cuanto sea necesario", dijo todavía, “pero pronto se cumplirán las palabras del profeta y toda la Tierra se sorprenderá de ello".
Su rostro asumió una expresión como de quien medita palabras escritas en el propio corazón.
"He aqui", dijo con voz segura, "que voy a crear cielos nuevos y una nueva Tierra. Ya no se recordarán las cosas del pasado, ellas no volverán más a la mente a nadie. Y se vivirá siempre en la alegría".
Calló de nuevo, y su rostro tenia una expresión de una amabilidad extraordinaria. Miró a los ojos de Tina con dulzura y después, volviendo su cabeza hacia todos, como si quisiera hablar a todo el género humano de los terrestres, añadió: "El lobo y el cordero: pacearán juntos, el león comerá la paja como un apacible buey. Ya no habrá mal sobre la Tierra, ni destrucción. Esto es lo que pronto sucedará en la Tierra despues de las cosas que van a ocurrir".
"Quisiéramos", prosiguió, "poderos hablar de todo lo bello que os espera, pero no podemos dejar de llamar la atención al mundo sobre la realidad actual. A causa del egoísmo de muchos habrá guerras y destrucciones y tendréis que pasar a través de una dolorosa purificación antes de que se vuelvan realidad las palabras que os he citado. Rogad que se abrevie el tiempo del mal".
Rafael tenía una expresión triste, y los demás también. Veía en sus rostros sublimes una viva participación en las palabras de la Mujer del Espacio. Ella encontró sus miradas, dibujando una dulce sonrisa. Luego continuó: "Sodoma y Gomorra fueron realmente destruidas por el fuego para una salvación superior a la de la materia que habian depravado. Nosotros estamos aquí para anunciar a todos los hijos de la Tierra un inminente castigo. Si hoy nos presentásemos como entonces, no sufriríamos mejor suerte que los hermanos que fueron enviados a anunciar el próximo fin. Los hombres corrompidos de aquella ciudad querían usar la violencia contra nuestros enviados. Hoy cabe esperar una suerte peor: los mejores reirian indiferentes".
"No seremos nosotros", añadió, "los que intervengamos con el fuego, como entonces, para impedir que se abra bajo vuestros pies un abismo: el castigo os lo estáis preparando vosotros solos. Nosotros usaremos el fuego para dar nueva vida a la destrucción que produciréis estropeando el planeta. De nada serviría quitaros las armas mortíferas que tenéis preparadas, porque os pondríais a producir otras. Los efectos de muerte y destrucción de aquellas os castigarán y os pondrán en condiciones de comprender. El planeta resurgirá, para aquellos que hayan merecido habitarlo durante un nuevo periodo de tiempo. La Tierra será entonces otra vez Jardín del Edén". Recordé la visión de los efectos de la guerra nuclear que los hermanos me habían presentado. Mi ciudad y otras ya no existían; y después de la purificación del fuego, hierba y plantas habían vuelto a crecer. Casas esparcidas y hombres que cultivaban la tierra, animales y escenas de bondad y sencillez me habían llenado el corazón de alegría y de sensaciones de Amor. Había visto llegar a los Hermanos y entretenerse con aquellos hombres nuevos de la Tierra. Habia escuchado también una conversación entre los Hermanos y los terrestres. Había comprendido que no se pasaría mucho tiempo sin que una evolución rápida llevase a nuestro planeta a las grandes realidades cósmicas.
Algunos hombres que vivían donde en otro tiempo estaba mi ciudad actual habían subido a bordo de astronaves; estas imágenes que se me habían mostrado pasaban veloces por mi mente y se ponían en relación con las palabras que la Mujer del espacio acababa de pronunciar. Volví a ver lo que antes se me había mostrado. Hombres que huían a las montañas, mientras en la llanura reacciones en cadena de las explosiones nucleares producían una horrible destrucción.
Había visto llegar discos volantes y astronaves a millares. A hombres, mujeres y niños se les hacía entrar por las portillas abiertas, otros eran absorvidos y levantados de la tierra, porque ni siquiera habia tiempo de aterrizar para la operación de salvamento. Volvía a ver estas cosas y me parecía que las palabras de aquella maravillosa Mujer del espacio tenían un positivismo y una precisión sin igual.
Esperó a que se aplacasen mis pensamientos y mis emociones y después continuó diciendo: "Desgraciadamente hoy los hombres de la Tierra creen que las Escrituras son cuento y se esfuerzan en convencer a sus semejantes de que cuanto se escribió es solamente simbólico. Este es un mal grave que llevará a los hombres a una ceguera mayor".
Volvió a hablar en voz más baja. "Se burlaron de Noé", dijo, "cuando anunció el diluvio, que llegó después. Está escrito que equello sucedió por la corrupción de las almas. Cuando se arruinan las propias energias espirituales, la vida material y cósmica conectadas estrechamente con el espíritu sufren todas las consecuencias de ello. Toda contaminación espiritual produce contaminación en las otras dimensiones, que viven en comunion con el espiritu. Vuestro planeta está cada vez más contaminado porque lo está vuestro corazón. La maldad, y por tanto la contaminación de los hombres en tiempo de Noé, produjo aquella catástrofe. Hoy estáis consiguiendo una mucho peor por sus consecuencias. Os damos todavía estas últimas advertencias con la esperanza de que os arrepintáis, pero no queremos ya exponer a nuestros Hermanos como hicimos en Sodoma y Gomorra cuando los hombres de aquella ciudad intentaron usar la violencia contra nuestros mensajeros".
Su voz se hizo más firme, incluso sin perder su suavidad. Un gesto de las manos acompañó sus palabras.
"Vosotros", "exclamó, "creéis ya cada vez menos en las profecias que se han cumplido en todo tiempo. Pronto la lamentación sobre Babilonia será una realidad sobre la Tierra. Han pasado ya los tres ángeles del Apocalipsis para advertir al hombre de lo que sucederá, pero ninguno, o pocos, les han acogido y escuchado. Desde hace tiempo la plegaria de los mártires ha obtenido el fin en la Tierra del dolor y la injusticia de los hermanos buenos. Ha sido ya quitado el séptimo sello para quien tenía y tiene el poder para hacerlo. Ahora, por la insensatez y la terquedad de muchos, la Tierra oirá los siete truenos y beberá los siete cálices que contienen las siete plagas. Pero este tiempo se abreviará mucho por las oraciones de los buenos, como fue escrito".
Vimos llenarse de lágrimas los ojos de la bella Señora. Le brillaron en las pupilas y en las pestañas como gotas de luz. Tina lloró, y le dijo que quería consolarla por tanto dolor de su corazón. Yo estaba confuso, y me decia que nunca conseguiría comprender como podía importarles tanto nuestra causa a aquellas sublimes criaturas. En ellas sólo habia Amor, y ninguna violencia, ni siquiera contra los grandes males de la Tierra que tanta tristeza causaban al Cosmos. Pensé en el dolor del Padre y consideré justo que aquellos hijos que tanto lo amaban se afligieran así. Sin embargo mi mente continuaba turbada. Comprendía y no comprendía. Me sentí conmovido.
La Señora se dirigió a Tina que lloraba y le consoló.
"Todos los hombres de la Tierra", le dijo, "que amen la verdadera justicia y el triunfo del Amor del Padre Universal no tienen nada que temer. Si ayudamos a un pueblo en el desierto, imaginad ahora qué ayuda y qué asistencia ofreceremos al género humano que se acoja bajo la bandera de Dios Omnipotente en el desierto sin precedentes de este fatal momento histórico. Nos tendréis sobre vosotros y con vosotros. Nunca Os abandonaremos, y por vosotros conseguiremos poner a salvo a muchos hermanos que de otro modo se habrían perdido".
Tina se secaba los ojos.
"En aquel tiempo", continuaba la Señora del Espacio, "estuvo Moisés para conducir al pueblo que queríamos salvar de la esclavitud. Existían motivos muy grandes para decidirnos a hacerlo. Hoy es la hora de la Verdad Universal para vosotros, y un nuevo Moisés pondrá a salvo a todos los que lo quieran, sin distinciones de raza ni de pueblo. El será capaz de leer en cada corazón aun el más mínimo anhelo de bondad y de justicia que son sinónimos de Amor Universal".
La Mujer calló, y Rafael se animó tomando la palabra.
"Está escrito", dijo, "que, en aquel momento, dos hombres estarán en el campo: uno será tomado y el otro dejado. Dos mujeres molerán en el molino: una será tomada y la otra dejada. Nosotros salvaremos a quien esté en condiciones de poder ser salvado. No podremos usar la violencia contra nadie, ni siquiera con objeto de salvarle. No se puede llevar a los hermanos a mundos que no son de su agrado. El Padre no obliga a nadie a ir a El por la fuerza. Cada uno lo hace y lo hará libremente, por su propia elección. Puesto que la hora se acerca, es preciso que se reflexione para que aquel momento que la locura del hombre está preparando no sorprenda a ninguno".
Firkon levantó la mano para tomar la palabra:
"La Escritura nos pone en guardia", dijo, "para que no seáis hipócritas. Se os dijo que los signos en el cielo os anunciarían el nuevo tiempo del Amor en la Tierra, precedido de cosas terribles. ¿No os parece que son estos los signos predichos? Nuestras astronaves y nuestros discos se muestran cada vez en mayor cantidad a los terrestres. En el cielo os mostamos luces en movimiento y signos en el sol, en la luna y en las estrellas. Muchos hombres de la Tierra asisten a hechos extraordinarios. ¿No os parece que desde hace tiempo os estamos anunciando el cumplimento de todas las profecías? Los signos ya están en lo alto del cielo. Fenómenos predichos por Juan, como las aguas que se enrojecerian en los mares y en los rios, ya se han cumplido. Ya se ha realizado cuanto tiene poder para matar a los hombres de la Tierra y dejar intactas las cosas, Estas y otras cosas, si prestáis atención a ello, os confirmarán que ya estáis en el tiempo profetizado".
Orthon suspiró y dijo: "Rumores de guerra y pueblo contra pueblo nunca estuvieron en las condiciones actuales, en las que es posible la destrucción total del planeta. No ver es ceguedad y no oir es sordera. El que vino a anunciaros estas cosas nos invitó a comprender y a no ser hipócritas. Comprendéis lo que os interesa según los esquemas humanos. Ensanchad por tanto vuestro corazón y abrid vuestra mente a las cosas que van más allá y que podrán hacer vuestra verdadera felicidad".
Orthon se quedó tranquilo, y comprendi que había acabado de hablar. La bella Señora del Espacio se levantó y todos la imitamos. El sol estaba ya bajo, apenas velado por vapores esparcidos que teñian el cielo de matices rojizos. Nos acercamos al trigo y la Señora acarició algunas espigas. Luego se detuvo y se dirigió a nosotros:
"No temáis: ningún hombre de buena voluntad deja entrar en su corazón miedo y turbación. Para quien ama la paz y la verdad pronto habrá gran fiesta. Ni un cabello de vuestra cabeza será tocado sin un motivo real con el conocimiento del Padre Universal. Vivid con esta certeza y llenad vuestro corazón de esperanza y de paz". Dio algunos pasos hacia el disco que se veía a través de las espigas. Era majestuoso y reflejaba el color rojizo del cielo sobre las paredes redondeadas de la cúpula, que no sabía si eran de metal y de vidrio fundidos al mismo tiempo. No tenía luces encendidas, pero parecía una luz dispuesta a aumentar su luminosidad. Nos detuvimos. La Mujer sublime me miró con sus ojos dulcísimos: de sus pupilas fluía una luz que penetraba profundamente en mi ánimo y me daba una alegría y una sensación de emoción indecibles.
"En Fátima", dijo, "millares de hombres asistieron al gran signo apocalíptico del sol. Dos grandes guerras han sido signos inequívocos de la verdad del mensaje que yo os he comúnicado y que no era más que una explicación de las Escrituras en vuestro tiempo. Estáis recorriendo el tiempo que precede inmediatamente al Reino de los Mil Años profetizado por Juan. Pronto conoceréis qué quiso profetizaros él cuando habló de este reino, y en el puso la primera resurrección. Sabréis qué significa para los supervivientes ser arrebatados entre las nubes para ir al encuentro del Señor en el aire. Pronto surgirá el nuevo día", añadió con voz firme, "en que en la Tierra habrá una nueva humanidad. Los animales ya no serán feroces, ni venenosos, ni nocivos. Vuestro pesar por los hechos luctuosos que os esperan se mudará en una alegría inconcebible ahora para vosotros. Estaremos con vosotros hasta que se cumplan estas cosas y después más aún, en la nueva era del Amor Universal sobre vuestro planeta". Estaba seguro de que la volveria a ver. Rafael dijo que había llegado la hora de la despedida. El disco acogió aquellas figuras sublimes venidas del espacio, se levantó en el aire contra el cielo rosado, dio la vuelta ligero y volvió a entrar en la astronave suspendida sobre los campos de trigo. Esta se disparó hacia el sol variando sus coloraciones en azul y anaranjado. Quedamos admirando la puesta del sol que parecía un incendio sobre la llanura.

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