jueves, 21 de mayo de 2009

EL PRIMER ECUENTRO.


Capítulo 3.
EL PRIMER ECUENTRO.
Allí estaba Rafael a unos cincuenta metros de donde me encontraba. De cerca de un metro noventa de estatura, demostraba una edad indefinible. Su rostro era el mismo que se me había aparecido en casa. Tenía los mismos rasgos y resplandecia con la misma belleza. Estaba de pie entre los olivos y se sonreía.
Me sentía atraído hacia su persona, y una alegría indecible me penetró provocando en mi una viva emoción. Me saludó afablemente. Le dije que era feliz al encontrarme con él, y habría querido decirle muchas otras cosas, pero no lo conseguí por la emoción.
El me exortó a que me quedara tranquilo, y me dijo que tendríamos el tiempo y la manera de aclarar lo que más me importaba. Entonces comprendí todo el esfuerzo que animaba a aquellos serés de otros mundos en beneficio de la Tierra. No sabía qué hacían, pero estaba seguro de que obraban el bien para los terrestres. Entonces experimenté un vivo sentimiento de gratitud que se unía a la emoción que había experimentado durante el primer encuentro con el disco volante.
"Me mostré a ti en mi dimensión de la luz", dijo con un gesto de la mano que indicaba a sí mismo; "y ahora me muestro en mi forma cósmica. Te haremos comprender estas realidades. Ya te dije que las Escrituras describen una misión que yo cumplí sobre la Tierra. Muchos creen que este relato es una fábula, pero tú puedes comprobar que es realidad. Muchos hechos narrados en la Biblia se creen simbólicos y abstractos, pero sucedieron realmente, y otros tendrán que suceder. Si los hombres de la Tierra abrierán su mente y su corazón, podrían adquirir mucho conocimiento y saber verdades que están ahora ocultas. Llegará un momento en que todo vuestro planeta entrará en una era sin precedentes en su historia milenaria".
Me daba cuenta de que este ser ocultaba en su sencillez y naturalidad una grandeza interior y un conocimiento de dimersiones incalculables. Reflexioné con tristeza sobre el orgullo y la presunción de los terrestres, incluído yo. ¡Quién sabe cuánto tiempo necesitaremos aún para llegar a este estadio de bondad y de humildad!.
"Es muy bella". dijo Rafael volviándose a mirar la llanura de abajo. "Vuestro mundo es uno de los más bellos en el Cosmos. Sin embargo está en peligro a causa del egoismo y del orgullo de los que se arriesgan a arrastrar a la humanidad a una destrucción sin precedentes. Siempre tratamos de ayudaros, obramos para evitar que se realice el mal que estáis preparando sobre la Tierra, influímos benéficamente sobre vosotros, y sobre vuestras acciones. Pero lo hacemos respetando vuestra libre evolución. En nosotros no hay violencia, no hay opresión".
Sus palabras tenían un tono grave, pero no sentí en ellas ningún rasgo de violencia, si acaso un gran dolor, no exento de un gran Amor. Aunque no me consideraba a la altura de un dialogo sobre un tema tan importante, me dí valor y le pregunté: "¿Significa esto que nos ayudaréis, si suceden cosas muy graves en la Tierra?".
"Somos todos hermanos", respondió, "e hijos del Unico Padre Universal. Nuestro Amor es hacia todos sin condiciones, también hacia los que quieren obstinarse en experimentar caminos de mal que procuran dolor y muerte porque están desobedeciendo a las Leyes Universales del Creador. Ellos no quieren comprender que "libertad" significa recorrer los infinitos caminos del Amor. Porque sólo en esta dirección está la Vida. Abusar de la magnanimidad de un Padre tan bueno es un gran mal y ello significa provocar su Justicia, que nosotros adoramos porque es divina".
Su rostro había asumido una expresión pensativa, sin que por esto hubiera perdido su serena majestad. Despues se iluminó con una sonrisa y dijo:
"Queremos instruirlos acerca de muchas cosas. Os haremos comprender que en todo lo creado el Amor es más fuerte que toda otra realidad. Tal es la magnanimidad del Padre Dios. Los hombres de la Tierra deberán comprender lo peligroso que es desobedecer a las Leyes Universales de su Amor y perturbar los principios que rigen el Cosmos y hacen evolucionar la Vida por doquier. De otro modo, en proporción a sus errores, experimentarán las fuerza purificadora del dolor".
Dijo esto también con tristeza y sentimiento. Después añadió: "Vete ahora y resguárdate como puedas porque va a caer mucha lluvia".
Entonces me dí cuenta de que el tiempo, ya gris, había empeorado y que los montes del Apenino tosco-emiliano habían desaparecido con la humedad que la lluvia difundía por todas partes.
Comenzó a llover, y a poco cayó sobre el lugar tal aguacero que no conseguía ver nada.
Mi carrera buscando resguardo junto a una capillita cercana fue casi inútil: mi chaquetón de piel se empapó completamente, y lo mismo mis cabellos. Los zapatos, el bolso que llevaba en bandolera y mis pantalones quedaron calados.
Llovía a torrentes y mi disgusto creció hasta el punto que pensé bajar en busca de un resguardo o de alguien que pudiese ofrecerme ropa para cambiarme. Me sentía abandonado y luchaba conmigo mismo porque me sentía dividido entre confiar en Rafael y esperar allí arriba en aquella situación o bien buscar en otro sitio un refugio para evitar una enfermedad seria. Tenía frio y estaba completamente mojado. Entregado al desánimo dirigí mentalmente una súplica a mi visitador para que hiciese algo por mí, si le era posible. Entonces oí su voz que llegaba de lo alto, en respuesta. "Eres un hombre de poca fe", me dijo. "Dentro de poco se abrirán las nubes y el sol te calentará". La lluvia empezó a disminuir como por efecto de aquellas palabras.
Poco a poco conseguí ver cada vez más claramente los árboles y las colinas.
Pasaron algunos minutos, y el sol se asomó entre las nubes que filtraban sus rayos. El cielo fue aclarándose rápidamente. Miraba con estupor aquella naturaleza que parecía ahora cuidarse de mí, después de haberme puesto a dura prueba. Sin embargo tenía frío y no se me ocurría pensar que aquel sol que iba ya próximo a su ocaso pudiese secarme.
Supliqué tadavía a Rafael que me evitase una enfermedad; después callé y quedé esperando.
No pasó mucho tiempo (pocos minutos), cuando vi llegar por la parte del sol una luz que, al acercarse, tomó la forma del disco con una cúpula. Estaba elevado sobre la llanura y avanzó rápidamente hasta detenerse por encima de mí. Después empezó otra vez a moverse lentamente hasta balancearse ligero por encima de mi cabeza. Calculé una distancia de algunas decenas de metros.
"Otros hermanos de la Tierra", dijo la voz, "te acompañarán en los próximos encuentros. Y conmigo vendrán otros hermanos. Pronto nos encontraremos. Adiós".
El disco voló hacia lo alto, luego torció en diagonal y describió en el cielo una increíble carrera hasta que desapareció. Me miré; estaba completamente seco, como si no me hubiese rozado ni una gota de agua. Me sentía bien.
De repente aparecieron en el cielo azul a gran altura tres bandadas de discos volantes, perfectamente visibles, que en perspectiva parecían ovalados. Desaparecieron detras de las montañas.
Era el 27 de Abril, dos días después de mi viaje a Finale.

No hay comentarios:

Publicar un comentario