jueves, 21 de mayo de 2009

EL VALLE DE LOS CONTACTOS.


Capítulo 4.
EL VALLE DE LOS CONTACTOS.
Como si hubiese sido la cosa más natural del mundo, Tina, mi novia, me describió minuciosamente todas las fases del encuentro. Me explicó que, mientras se encontraba en compañía de algunos de sus amigos para pasar la tarde del domingo, en un momento determinado, se le habia presentado delante la nítida visión de estos hechos. Y una voz le había explicado de qué se trataba y le había anunciado que iría conmigo a los otros futuros encuentros. Ninguno de los que se encontraban con ella se había dado cuenta de nada. Una profunda paz había inundado su ánimo y ella se había sentido muy feliz. Me describió el lugar, las fases de la espera, el encuentro y mi fastidio por el temporal. No faltaba nada. No acababa de recibir sorpresas, y me impresionó sobre todo la rapidez con la que se sucedían los acontecimientos. Sin embargo me sentía feliz por tener un "testigo" de lo que me sucedía.
Informé a Tina sobre la identidad del hombre del espacio. Le conté que lo había visto en casa, en medio de una gran luz, y ella se puso a leer también la historia de Tobías. Participamos nuestras experiencias a algunos amigos. Sin embargo, por la noche me atormentaba con el temor de que había faltado al secreto que Rafael me habia pedido; seguía dando vueltas en la cama, diciéndome que tal vez había metido la pata y que tal vez Rafael no se me aparecería más. Estaba con estos apuros, cuando se dejó sentir le voz del Arcángel.
"Nada sucede por casualidad", me dijo dulcemente. "No te atormentes; lo que ha sucedido estaba previsto. En el próximo encuentro llevarás tanto a Tina como a los amigos y harás lo que te pidamos que hagas". Mis temores se cambiaron en alegría y en una gran consolación. Telefoneé a Tina en plena noche, y cogí el sueño ya de mañana.
En la tarde del primero de Mayo íbamos por la autopista en dirección a Finale. De nuevo fuimos guiados a Calice Ligure. Desde allí subimos a la montaña.
En un momento determinado Rafael me comunicó que los cuatro amigos que nos acompañaban tendrían que esperar en un lugar a algunos kilómetros de distancia del punto donde habría de suceder el encuentro. Les indiqué el lugar donde tenían que esperar y proseguí con Tina. Llegamos a donde había visto el disco por primera. vez. Rafael me invitó a seguir y nos condujo hacia un caminito muy escarpado. Mi Fiat 500 parecía muy cansado en la subida. Trepidaba, al no haber ya nada de asfalto y al estar el terreno sembrado de piedras. Ibamos al paso.
De vez en cuando Rafael decía algo, pero también oía las voces de otros hermanos que estaban con él.
"¡Este es el valle de los contactos!", exclamó Tina con una alegría indescriptible. "Me parece que los siento por todas partes".
No mostraba temor alguno, sino solamente el ansia de encontrarlos.
Igual que Rafael había hecho conmigo la primera vez la invité a que quedara tranquila esperando. Llegamos a un prado por el que no era posible continuar, y allí paré el motor.
Solamente entonces me dí cuenta de que el día estaba ventoso bajo un cielo gris. Pero no tuve tiempo para pensarlo, porque pronto oímos pasos detrás de nosotros. Me volví y vi tres hombres que se acercaban. Temía que Tina pudiera emocionarse. Por el contrario, ella salió del coche hacia ellos como si fuera el encuentro de viejos amigos. Le seguí y me encontré cara a cara con Rafael que vestía un "chandal" amplio de color plata.
Me saludó alegremente, saludó a Tina y así lo hicieron los otros dos también, que más o menos vestían como Rafael pero llevaban "chandals" más ajustados y de colores más oscuros. Eran altos. Sus rostros eran bellos y expresaban una gran bondad y presencia de espíritu.
Se presentaron y dijeron que sus nombres eran ficticios, pero que se los había puesto un hermano de la Tierra, George Adamski, que los había encontrado algunos años antes. "Yo soy Orthon", dijo el más alto de los dos. "Mi nombre es Firkon" dijo el otro.
Rafael me cogió del brazo con mucha amabilidad y me llevó suavemente más allá, hacia un pequeño declive". Se sentó en la hierba y yo hice lo mismo, sentándome junto a él. Los dos Hermanos del Espacio quedaron hablando con Tina un poco más lejos. Veía sus cabellos agitados por el viento, y lo mismo la larga melena de Tina y su vestido.
Grandes nubes se desplazaban velozmente en el cielo. A Refael y a los otros parecía que no les importaba mucho aquel viento.
"También a mí se me dio un nombre ficticio", me dijo Rafael; "se me llamó Ramu, pero está bien que ahora se sepa quién soy de verdad. Lo que los hermanos de la Tierra deben saber es el papel que el Padre nos asignó desde hace mucho tiempo para que se realice su salvación sobre el planeta".
Me sentía atraído por la sensación de grandeza y sencillez que emanaba del hombre, un perfecto equilibrio reinaba en todos sus gestos, y todo él transparentaba sabiduría y conocimiento. Su exquisita afabilidad era del todo natural.
"Los hermanos que esperan allá abajo", añadió, "tendrán signos que les harán participar de este encuentro nuestro". Hablaba un perfecto italiano, sin ninguna inflexión dialectal. Sabía que no tenía necesidad de hablar para comunicar pero me gustaba mucho que lo hiciese, porque con eso lo sentía más cercano. "El mensaje que os daremos", dijo, "interesa a todos los hombres de buena voluntad de la Tierra. Eso supondrá un precio para vosotros: no todos os van a creer, a comprender y a amar. Pero nosotros os ayudaremos y asistiremos. Es una misión de Amor y de Salvación".
No tenía duda Alguna acerca de la sinceridad y Ia bondad de sus palabras, aunque se me escapaba el significado real de cuanto me decía.
Sentía que era oportuno hablar de Amor y de Salvación y que estaba dispuesto a hacer lo que se me exigiera por el bien de otros.
"Hemos querido que subiérais hasta aquí", añadió, "lejos de la contaminación de la ciudad, para deciros que estamos contactando con un número cada vez mayor de hombres de Ia Tierra. Algunos nos ven solamente atravesar el cielo, otros ven luces, tienen signos, sueños y visiones. A algunos nos mostramos como sucede ahora con vosotros. Estos testigos nuestros se hacen después nuestros portavoces entre los que no nos han visto. No hay mucho tiempo que perder. Si los hombres no comprenden sus errores, pronto ocurrirán cosas muy graves. Están previstas en las Escrituras y algunos lo saben, pero la mayoría no cree y piensan que lo que se escribió es una fábula".
Calló pensativo y después dijo: "Hoy el viento es fuerte, pero pronto se levantará de los cuatro angulos de la Tierra un viento mucho más impetuoso y barrerá las nubes.
La confusión que reina ahora sobre la Tierra permite a pocos comprender de lleno que se están cumpliendo todas las profecías que dimos a los hombres adecuados para transmitirlas fielmente. Ellos fueron escarnecidos, incomprendidos, perseguidos e incluso muertos. Sin embargo, sus palabras se cumpliran siempre".
"Mucho dolor", añadió con un leve suspiro, "mucho dolor se ahorraría a los hermanos de la Tierra, si renunciaran a su orgulló y al uso de la fuerza. Si se renuncia a emplear el mal, entonces se abreviará vuestro camino y dareis grandes pasos hacia el bien".
El viento continuaba en su furia, y en algun momento cortaba la respiración. Sacudía los árboles y barría la hierba de los prados. Tenía la impresión de que la naturaleza participaba en las cosas que Rafael decia acerca del futuro borrascoso de nuestro planeta. Me miró a los ojos y me dijo: "Si no os volvéis sencillos y buenos, si no se vence al orgullo y el espíritu de violencia que hay en vosotros, no podréis recibir el verdedero conocimiento que permite una evolución justa. Es importante que cada uno abra el corazón a la comprensión de estas verdades. Muchos se burlan de ellas a causa de su altivez y presunción. Así no es posible que sean redimidos".
Expresé a este Hermano venido del espacio mi incredulidad acerca de la posibilidad de que sobre la Tierra se pudiese acoger semejante mensaje.
"Todo esto", continuó Rafael respondiendo a mis palabras, "sucede desde hace mucho tiempo entre la gente de este planeta. Pero es menester que la verdad se diga en alta voz, para que los que la esperan y la quieran acoger lo pueden hacer.
Para quien no cree hay otras misiones que el Padre lleva a cabo y otras aún más importantes han de suceder para que nadie perezca víctima del mal. Muchos de nosotros, desde siempre, bajan a la Tierra, y a veces nacen en un cuerpo terrestre para poder desarrollar tareas bastante difíciles y para contrarrestar el mal. En todo caso, cada uno debe salvarse primero a sí mismo. Y sólo entonces se podra cumplir la obra para la cual se ha nacido en la Tierra”.
Estaba admirado por lo que había oido. "Entonces", pregunté, "a la Tierra se viene del espacio a aprender a ser buenos y para ayudar al que ha de aprender. "Entonces es cormo ir a una trinchera: antes hay que estar atentos al peligro de que te maten y después se puede avanzar hacia el enemigo para ayudar a salvar a los propios compañeros.
"Si", replicó Rafael, "pero en esta guerra las armas que se utilizan son Amor y Sabiduría, bondad y paciencia y creer que el pan de salvación del Padre, profetizado a través de las Escrituras, se cumplirá totalmente, a pesar de la creciente incredulidad de los hombres. Se llamó Dios Señor de los Ejércitos. La Biblia nos habla de un combate entre el Ejercito Celeste y las fuerzas del mal. Pues bien, el Ejército del Señor Dios tiene sus milicias en el espacio, las cuales se prodigan para que triunfe el bien sobre la Tierra: un ejército empeñado en una "guerra" de Amor y de salvación del mal. Serán cada vez más numerosos en este tiempo los que desciendan a la Tierra para esta gran misión. Somos muchos".
"¿Y saben ellos mismos quiénes son?", pregunté. “Muchos no lo saben", respondió, "porque el olvido viene a impedir el recuerdo concreto de su procedencia. El olvido es necesario para que la estancia durante la vida en el planeta no se vuelva demasiado penosa. Pero después cada hermano perteneciente al Amor Universal que ha cumplido su tiempo sobre la Tierra, vuelve a adquirir plena conciencia de quién es, y podrá valorar su obra y la ayuda que por nuestra parte nunca falta".
Pregunté: "¿Habla también de esto la Escritura?". "Claro", me dijo; "el libro del Génesis narra que los hijos de Dios nacían en la Tierra para sanar a la sociedad de aquel tiempo, que estaba ya muy corrompida por el mal, y tomaban por mujeres las hijas de los hombres que les agradaban. Fueron grandes operaciones de purificación, para que el bien prevaleciese sobre el mal".
Aquel Ser excepcional me decía cosas que entonces no comprendía del todo. Sin embargo, sabía que leía mi pensamiento y mi corazón. Ahora estaba seguro de su comprensión y bondad.
Quedé silencioso reflexionando sobre sus palabras y sobre lo que me había explicado.
"Te estás preguntando", dijo, “¿por qué no nos mostramos abiertamente a todos los habitantes de la Tierra?, ¿por qué no hacemos algo vistoso, grande, para que todos conozcan la verdad y abran los ojos de una vez?. Estas son preguntas que un gran número de hombres de la Tierra se plantea siempre, es decir desde que la Tierra se encontró siendo un planeta de redención. Yo os digo ahora cuanto entonces se dijo y explicó a su tiempo.
Esto no es posible y no será posible hasta que los hermanos de la Tierra no abran su corazón a la humildad y al Amor del Padre. Nosotros obramos para vuestro bien total, conocemos realidades que escapan a vuestro entendimiento ofuscado por el error que os oprime. Sabemos obrar y esperar".
"En otras épocas, cuando las cosas no estaban todavía en el punto en que se encuentran hoy, nos mostramos y os guiamos de modo manifiesto. Pero no podemos violentar el don del libre albedrío concedido por el Padre Dios a todos sus hijos, y la fuerza de vuestra voluntad para experimentar el mal os hizo cometer acciones más graves todavía a causa de los conocimientos que teníais".
"En todo el Cosmos no se concede a los hermanos más evolucionados violar la libertad de aquellos que tienen aún un largo camino por recorrer. Mucho mal del que hay en los terrestres no podrá ser vencido antes que ellos mismos hayan experimentado sus efectos funestos, y esto a causa de la dureza de su corazón. No porque el bien no tenga poder para redimir. Más aún: ese sería el camino más breve y bendecido por el Padre". Rafael se levantó. Hice lo mismo. "Ahora tenemos que dejaros", dijo.
Tina y los dos Hermanos del Espacio que se habían entretenido hablando con ella se aproximaron.
"Nosotros", dijo Refael, "obramos con todos los medios a fin de que el bien se realice definitivamente sobre la Tierra. Esto comporta por nuestra parte elecciones en coherencia con las Leyes Universales queridas por el Padre Dios. A veces ellas son poco comprensibles para vosotros que seguís una Iógica de poder humano contrario al Amor Universal. Dada la limitación de vuestra conciencia, os equivocais cuando nos juzgáis. Por esto se dijo y se escribió no juzgar. Por el contrario, vosotros juzgais a Dios, al Padre, a nosotros y a vuestros hermanos. Juzgais según vuestra presunción. Cuando hayáis alcanzado el verdadero conocimiento, entonces os resultará evidente el error de haber juzgado. Y el verdadero conocimiento está en el Amor. El planeta Tierra tiene menos Amor que aire para respirar".
El viento continuaba soplando agitándolo todo. Pensé que si estos hermanos tan amables y buenos tenían expresiones tan preocupadas por las cosas de nuestro planeta, la situación debía ser más grave de lo que mi ignorancia me permitía saber.
Nos saludamos con Amor. Rafael aseguró que nos encontraríamos otra vez y pronto.
Se fueron hacia el disco oculto en la hierba.Tuve el impulso de seguirles; pero Rafael se volvió y sin mover los labios me dijo: "Ahora no. Ya vendrá el momento en que podréis subir a bordo de nuestros vehículos".
Me detuve; después quise avanzar todavía, pero una fuerza me hizo retroceder, por lo cual desistí de mi propósito. Tina saludaba con la mano y los Hermanos se volvieron a saludar otra vez. Después vimos el disco elevarse por encima de aquella vegetación a velocidades vertiginosas; subió hacia las nubes y desapareció entre ellas.
Cuando bajamos al valle, los amigos que habían quedado allí esperandonos nos dijeron que habian visto el disco, y nos refirieron también algunos trozos de conversación que habíamos tenido con los Hermanos y que habían percibido telepáticamente. Regresamos emocionados, Y concluimos la velada en una modesta cantina de Finalborgo hablando del encuentro.
Después reemprendimos el camino de regreso a Génova.

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