jueves, 21 de mayo de 2009

EN UN PLANETA MARAVILLOSO




Capítulo 15.
EN UN PLANETA MARAVILLOSO.

Entramos en el gran disco. Vinieron con nosotros Rafael, Firkon, Orthon, Kalna, Ilmuth, Zuhl, y otros tres Hermanos, dos hombres y una mujer. Había aire de fiesta: el interior del disco detector era distinto del que ya habíamos conocido. La cabina y los demás espacios internos estaban separados por paredes. En el centro había un gran tubo luminoso, que iba desde el centro del pavimento hasta la cima de la campana. Nos asomamos a una escotilla.
"¡Dios mio!, exclamó Tina, y retrocedió como para contener la emoción de aquella vista.
Paolo, fascinado por el espectaculo que aparecía a sus ojos, no se separaba de la escotilla. Estabamos bajando suavemente hacia el suelo de una tierra maravillosa. Una naturaleza verdeante se distribuía por llanuras, montes y colinas. Un gran río en el que había diseminadas numerosas islas, corria con sus aguas azules hacia un gran mar. El cielo era surcado por discos volantes. No vi ciudades, casas o centros habitados. Esto me sorprendió, pero Rafael que había leido en mi pensamiento, me explicó: "En estos mundos fieles a las Leyes Universales se vive inserto en la naturaleza".
En aquel cielo resplandecía una inmensa luz, procedente de un astro semejante al sol, que se distribuía suavemente, y agradaba a la vista. Noté que era distinta de la también maravillosa que da el sol a la Tierra. Vapores esparcidos formaban vagos encajes en el cielo, y formas encantadoras reflejaban la luz de aquella estrella, creando coloraciones tenues y más fuertes.
En un momento estuvimos entre la tupida vegetación de una colina. Desde allí nos llegaba el sonido de las olas del mar levemente movido por un vientecillo embriagador. Bajamos hollando una hierba semejante a la nuestra de la Tierra, pero cuya coloración verdosa se difuminaba en tonos variados. También las formas de los árboles y de las hojas eran más graciosas y difuminadas de color por los lados, mientras éste se veía más concentrado en el interior. La frondosa vegetación ofrecía frutos semejantes a los de la Tierra, aunque no del todo iguales: parecían manzanas, piñas o bananas; otros eran rojos y redondos. Todo mostraba una variedad y una armonía difíciles de imaginar.
Nos vinieron juguetones al encuentro algunos graciosos animales semejantes a los panda, pero ligeramente más grandes que los que viven en la Tierra, y los acariciamos con afecto.
Entonces, nos encaminamos con los Hermanos hacia un prado en el que se posaban algunos discos detectores mientras otros salían de allí. Lo recorrimos lateralmente, e Ilmuth nos explicó que el lugar era uno de los más importantes puntos de reunión entre Hermanos de muchos mundos. Dimos la vuelta al rededor de un árbol cuyo enorme tronco tenía una circunferencia muy grande y cuyas ramas tenían una extensión de varias decenas de metros; sus hojas eran anchas y muy elaboradas, con un matiz y variedad de tenues colores desde el verde al rojo. Quedé mirándolo encantado, mientras Tina lo tocaba como para saludarlo.
Mientras tanto, guiados por Rafael, continuábamos caminando con los Hermanos.
Ahora se hacía la colina más abrupta, y bajo la costa la vegetación era más espesa. Apareció, allá abajo, una construcción semejante a un enorme hongo o a un disco apoyado en el prado. Tuve la impresión de que era una habitación o un templo o un edificio, como podría ser un albergue de la Tierra. Su color era indefinible, iba desde el verde al marrón, del azul al beige. Observé la perfecta sintonía con los colores de la natureleza, del cielo y del terreno que en algunos trechos estaba como recubierto por un musgo de color de la tierra, semejente a una alfombra natural.
El gran disco parecía hecho del mismo material con el que estaban construidas las astronaves en las que habíamos viajado; pero, a pesar de la fuerte sensación de trasparencia, no se podía ver el interior desde fuera. Entramos por la puerta abierta: ¡el espectáculo que se presentó a nuestros ojos era indescriptible!. El pavimento de la gran sala estaba formado por la hierba del suelo, que a trechos estaba recubierto de aquel musgo que acabo de describir. Algunas alfombras estaban dispuestas aquí y allá, y armonizaban bien con la naturaleza del lugar que estaba respetada cuidadosamente. Había preparados por grupos lugares para sentarse en sillas y butacas, algunas sobre alfombras y otras en el suelo. A un lado de este enorme salón había butacas y divanes, dirigidos hacia el interior de la sala como en un lugar de reunión donde algunos oradores deben de dirigirse a la asamblea. Columnas de distinto tamaño surgían del suelo y se elevaban hasta sobrepasar el techo: en realidad se trataba de los troncos de los árboles, que no habían sido talados. Sus frondas protegían de aquel sol y creaban un juego de luces y sombras gracioso, que daba una sensación de serenidad y reposo dulcísimos. Mientras que desde fuera no se podía ver el interior, a pesar de su trasparencia, desde dentro se podía admirar el exterior de la naturaleza circundante y semejante vista producía un efecto relajante por el filtro de las paredes y del techo. A un lado de la gran sala y al fondo había portezuelas que se abrían y se cerraban silenciosamente sin la ayuda de manillas, para dejar entrar y salir a los Hermanos. Comprendí que había estancias para diversos usos. Los Hermanos podían allí reposar y nutrirse o leer y conversar.
Salimos de allí, y Rafael nos condujo a un pradillo enteramente rodeado de un riachuelo. Grandes plantas daban sombra y dejaban espacios de luz que procedía del astro que daba vida a aquel mundo. Nos dijeron que asistiríamos a un espectáculo organizado para nosotros por aquellos Hermanos.
Nos sentamos en la hierba. Mientras tanto, continuaban llegando otras personas, con las que intercambiábamos saludos o noticias. Después hubo silencio. El prado estaba atestado de gente. Al fondo, delante de nosotros, junto al arroyo, se formaron coloraciones y se hizo realidad un gran escenario campestre.
La luz de aquella energía misteriosa armonizaba muy bien con la luz natural, y era ligeramente mas acentuada.
Algunos Hermanos entraron en "escena" e iniciaron la representación de un espectáculo que se desarrolló en fases alternando con modalidades que en la Tierra podríamos definir semejantes a comedia, cabaret o espectáculo musical.
Sobre todo hubo escenas de un gran humorismo. Todos reían, y nosotros también nos contagiamos de la risa al asistir a aquel espectáculo hilarante, con muchos rasgos cómicos desarrolIados con extraordinario arte. Hasta la naturaleza participaba de aquellas escenas aumentando así el sentido del humor. Se producían efectos que no son posibles en la Tierra.
Luego la escena cambió, y tuvo lugar la representación de una historia apasionada: un hombre y una mujer a la búsqueda, con otros Hermanos del Espacio, de una criatura que, queriendo llegar hasta el Padre Dios, había realizado un vuelo por el Espacio sin que sus posibilidades se lo permitiesen. Su ciencia era muy limitada, pero su corazón sincero y su Amor eran tales como para hacerle posponer toda otra cosa al deseo de llegar a mundos donde fuese posible ver sin velos el Rostro Divino del Creador. Esta historia, que contada así podría parecer banal, fue por al contrario de una realidad y de una eficacia increíbles. Vi a muchos Hermanos conmovidos y a Tina que se secaba las lágrimas. Paolo, a su vez, me dijo que se identificaba mucho con la maravillosa ingenuidad de aquella criatura de Dios.
Después hubo escenas de bailes y danzas y la ejecución de un espectáculo musical.
Una misteriosa energía vital producía aquellas escenas con luz, color y perspectiva, que penetraban en quien participaba en ellas.
Se metía uno tan dentro de aquellos hechos, que parecía ser protagonista más que espectador. Me di cuenta de que era posible producir efectos en la escena. No lograría decir más para hacer comprender la íntima comunión con cuanto se desarrollaba ante nuestros ojos.
El prado fue escenario de una fiesta bellísima, donde la alegría de cada uno y de todos tuvo ocasión de manifestarse.
Todos aquellos Hermanos procedentes de tantos mundos eran felices de volver a encontrarse y de volver a intercambiar experiencias y cosas nuevas de sus mundos. No sabría decir cuánto duró todo esto. Aquel sol irradiaba una vitalidad y difundía una luz que harían gozar todos los sentidos.
Entramos al edificio en forma de disco. Allí dentro se reunió una gran asamblea de Hermanos. Un perfume suave circulaba por el aire, como de flores delicadísimas de los campos en primavera. La maravillosa Señora del Espacio estaba allí frente a todos. Sonreía, y junto a Ella estaba un Señor de una belleza impresionante. Reconocí en El a la figura de luz que me habia visitado una noche, después de haberme sido anunciada por Rafael.
Como entonces, ahora El vestía de blanco, sus ojos eran azules, tenía cabellos y barba castaños y parecía de unos treinta años de edad. Con ellos había bellas figuras de hombres y mujeres cuyo aspecto embelesaba de dulzura e infundía veneración, suscitando sentimientos de gran amabilidad. Los ojos de todos se dirigieron a la Señora del Espacio y al Señor.
"Amor a todos los hijos del Padre", dijo este último, “y paz a los hombres de buena voluntad de la Tierra".
Un largo aplauso suave se levantó de toda la asamblea. Vi a aquellos Hermanos visiblemente conmovidos. El rostro del Hombre era de una belleza y de una majestad indescriptibles. La Señora, a su lado, era su perfecto coronamiento. Su delicadeza y su belleza colmaban aquella vista que satisfacía el corazón y lo hacía redundar en dulzura y en sensaciones maravillosas.
"Yo soy el buen pastor", dijo El con su voz dulcísima "yo conozco mis ovejas de la Tierra y ellas me conocen, como el Padre me conoce y yo conozco al Padre".
Todos estaban escuchando atentamente.
"Por mis ovejas de la Tierra", dijo de nuevo con conmovedor acento amoroso, "he dado mi vida. He recibido de mi Padre el poder de dar la vida y de poderla recobrar. Este es el encargo que he recibido de mi Padre".
Volvió su divina mirada a la mujer que estaba a su lado. Ella lo miró y toda la asamblea prorrumpió en un largo, suave y conmovido aplauso que parecía no tener fin.
"Pronto", continuó volviendo su mirada a todos, "podremos decir a los hijos de la Tierra que todas las Escrituras se han cumplido. Pronto yo habré hecho nuevas todas las cosas y habrá, según la promesa, nuevos cielos y nuevas tierras. Esto lo realizaré yo según la voluntad de mi Padre".
"Vosotros", dijo con voz sonora y dulcísima, "sois mis amigos, mis hermanos. Con vosotros recogeré a mis hijos de todos los tiempos y todo se cuplirá según las Leyes del Amor Universal del Padre. Se llevará a cabo la justicia y todos veran y sabrán la verdad. En respeto a la libertad concedida por el Padre a todos sus hijos, nosotros dimos solamente Amor, buenas acciones y nuestra Palabra, incluso a los que quisieron sofocar la alegría de nuestro corazón, dimos el gozo de la verdad, y nos causaron mucho dolor. Nosotros aceptamos tales sufrimientos, como también los soportamos actualmente con benevolencia, participando del dolor del Padre Dios. Pero sobre todo insistimos en dar la palabra que indicase el camino adecuado y diese, en virtud de ello, conocimiento y Vida Eterna. Muchos hijos del Padre Dios dieron la Palabra a los hombres de la Tierra. Ellos revelaron los pensamientos y el corazón del Creador. Por esto no siempre fueron amados y respetados por los que no amaban la verdad del Padre. Muchos profetas predijeron mi venida. Luego vine al mundo de los hijos de la Tierra y fuí llamado Verbo, o Palabra, por los que eran míos y me habían reconocido. Dije quien era y me dieron muerte. Me mostré con este cuerpo que pasaba a través de las paredes de las casas de los hombres de la Tierra y comía con ellos para ser después elevado por mi voluntad a otra dimensión y estado. Vosotros, hermanos, me precedísteis y me seguísteis; siempre hacéis las mismas cosas que yo hice y queréis las mismas cosas que yo quiero, porque es la voluntad del Padre Celeste que nos une en su Amor Universal. Esta Palabra que muchos dieron a la Tierra y que yo di no ha logrado traer sin embargo a algunos rebeldes a la vía del Amor y de la Verdad Universal. Nosotros tenemos paciencia y la tendremos siempre, porque paciente es el Padre Celeste. Pero el dolor que El ha revelado y el dolor de muchos hermanos que sufren injustamente y han sufrido en todas las épocas terrestres, ha elevado la oración de los mártires que escuchó el Hermano Juan y escribió en el Apocalipsis. Por esto el Padre me ha pedido que haga nuevas todas las cosas en la Tierra y que ponga a mis enemigos por escabel de sus pies, a los enemigos de la felicidad de los hermanos, del Amor Universal. Está decretado que pronto se restituya la paz al planeta Tierra y a sus hijos que sufren hambre y sed y que quieren Amor y Justicia. Por esto el Padre, Yo, mi Madre y todos los Hijos de la Fraternidad Universal pronto ayudaremos al retorno de la Tierra a la comunión de Amor y de Paz que nos liga a todos con el Padre Dios. Los rebeldes que sembraron lutos y ruinas en la Tierra serán objeto de las atenciones del Padre en otra sede y en otro tiempo. La Tierra será nuevamente Jardín del Edén. En las astronaves habrá fiesta y gran alegría, cuando confiemos al Padre, a su infinito Amor y a su misericordia y justicia, a sus divinas manos propensas al perdón y lentas en la ira, a los rebeldes, a los hermanos que no quisieron aprender la lección milenaria del mal y prefirieron quedar sordos a la palabra de Amor y de Verdad que se les ha dado y sellado con la sangre de los mártires.
Un sentido aplauso se leventó antes de que el Hombre hubiese acabado de decir estas últimas palabras.
"Pronto", dijo, "vendré a los hermanos de la Tierra, vendremos a aquellos cielos a derrotar muerte y odio, y entonces refulgirá la grandeza de los humildes y de los sencillos. El servicio en el Amor y en el conocimiento sustituirá a todo concepto de poder. Será el fin de la bestia que quiso colocarse en lugar de Dios. El hombre es dado en el número seis, mientras Dios fue dado en el número tres. 666 es tres veces seis, es decir, el hombre que quiso ponerse en lugar de Dios. Este es el número de la bestia que perecerá y con ella el falso profeta que dio su palabra no verdadera que no era la nuestra, no era la mia, no la vuestra, no la del único y verdadero Padre Universal. Cuando todo se cumpla, vosotros, los Querubines de las Escrituras, pondréis fin a vuestra vigilancia y dejaréis que todos mis hijos de la Tierra puedan surcar los espacios infinitos creados por el Amor del Padre. Yo soy testigo del Amor Laborioso de este Padre. Ninguno conoce al Padre como yo y mas que yo. Sus hijos tuvieron de El el Derecho de recorrer los infinitos espacios, de habitar sus infinitos mundos creados, de recoger los infinitos frutos de su Amor, pero no de traicionar a su infinito Amor, de traicionarse a sí mismos, la propia Vida y la de los Hermanos.
"Nosotros enviamos a Noé, a Moisés, a Elías, a Enoch y a muchos otros. El Hermano Elías, gran hijo del Padre, gritó: "Me consumo de celo por el Señor Dios de los Ejércitos". y como él, todos los demás que enviamos adoraron a Aquel que en la Tierra ordenó sus Ejércitos Celestes. Trajimos en nuestras astronaves a Elías y a muchos otros que conocieron la primera resurrección de la carne de la que os hablaron todos los profetas y Juan en el Apocalipsis a propósito del Reino de los Mil Años. Siempre acompañamos a los hombres de la Tierra, como hizo también Rafael con el joven Tobías. Nunca les dejamos solos. Nuestra palabra fue salvación y verdadero conocimiento para todos los que quisieron acogerla como luz de la verdad. Mostramos a los profetas el tiempo del fin, de la victoria final del Dios de los Ejércitos sobre una loca rebelión de muchos de sus hijos. A Ezequiel se mostraron cosas que están sucediendo en la Tierra y sucederán dentro de poco. No está escrito que Dios creó las tinieblas, sino que El creó la luz y la separó de las tinieblas. Porque éstas se habían creado por quien había tenido poder para hacerlo. Todo lo que hizo el Padre era bueno, como se afirma repetidamente en la Escritura que narra la creación. Después del Exodo que habrá en la Tierra y que no tendrá precedentes en la historia el mundo y de las iglesias, toda Ley Humana cederá el lugar a la Divina y Universal del Padre Celeste. Los hijos del Amor Universal no serán ya inducidos a prostituirse a sí mismos; todo sepulcro blanqueado mostrará su interior. La historia del mal llegará a su fin, y se develará todo engaño del príncipe de las tinieblas. Pronto la Meretriz verá los siete truenos que fueron sellados. Preparaos, vosotros que sufrís hambre y sed a causa de la justicia: el Reino de los Cielos está cerca y todos lo verán. Ni un anhelo de vuestro corazón se perderá".
Todos se levantaron, y los presentes se reunieron en una única voz:

"Padre Nuestro que estás en los cielos,
Santificado sea tu Nombre,
venga a nosotros tu Reino,
hagase tu Voluntad,
así en la Tierra como en el Cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras deudas,
como nosotros las perdonamos a nuestros deudores,
y no nos dejes caer en tentación,
mas libranos del mal. Asi sea "

El cuerpo del Señor y de la Señora se iluminaron, resplandeciendo con una gran luz. El con una luz dorada y Ella con una luz blanquísima, que invadía todo el ambiente. Primeramente prevaleció la luz blanquísima del cuerpo de la Virgen, como si un sol sin igual irradiase en aquel templo: invadió cada ángulo y produjo una realidad maravillosa que penetraba todo y a todos. Me di cuenta, de que mi cuerpo y el de todos los Hermanos se convertia gradualmente en aquella misma luz. Comenzaba a vivir y a sentir en mí toda la realidad interior de cada uno, y participaba de la de la Mujer como sucedía a todos.
Todo pensamiento, todo sentimiento, toda emoción y todo conocimiento posible eran como una grandiosa y dulcísima sinfonia, una armonia de las mentes y de los corazones. Todos éramos Uno: el éxtasis que producía la Mujer del Espacio y Su luz unificaba y reavivaba a todo y a todos.
Percibía mundos y Hermanos de otros mundos que no estaban allí. Sentía un Amor arrollador y un anhelo apasionado que llevaba a todas mis facultades hacia el Padre. Una lluvia de luz inundó de lo alto toda realidad dando una profunda sensación de pureza y liberación.
Entonces, comenzó a resplendecer el cuerpo del Señor: era más luciente que un sol y su luz dorada y suavísima penetreba por todas partes y producía arrobamiento y plenitud interior. Percibí en aquel espacio de luces en fusión Universos enteros. Sentía que el hombre, en su espíritu, no tiene límites y me sentí como arrastrado dulcemente en extasiantes profundidades.
Cuando todo llegó al colmo y me sentía en el Amor de todos los Hermanos, en el purísimo y suave de la Mujer, en el Amor ardiente y Divino del hombre, ardió un Fuego sutilísimo y penetró toda esencia vital. Fue como ser transportados de abismo en abismo, de mundo en mundo, de cielo en cielo, de éxtasis en éxtasis. En aquel Fuego todo era evidente, todo conocimiento claro. Volví a oir las palabras que se nos habían dado y me dí cuenta de que todas las expresaba aquel Fuego. Vi venir de lo alto un Rostro Divino de una belleza Inconcebible, que descendió a poseer cada fibra de nuestro ser y de todos los Hermanos, de la Virgen y del Señor. Un segundo Rostro Divino vino de las profundidades y emergió en toda realidad vital.
Vino finalmente un tercero, que parecía proceder de toda parte y de todo punto: envolvió e incendió todo con un anhelo de Paz y de Amor que produjo una única voluntad de perderse en la divinidad.
Después acabó todo, y por un momento, después de tales cosas, el lugar pareció extinguido, hasta que las facultades recobraron su condición ordinaria según la realidad vital posible bajo aquel sol en aquella naturaleza.
Volvimos al disco. La despedida había sido una gran fiesta y una incondicionada demostración de Amor y Fraternidad por parte de los Hermanos. Subieron a bordo Rafael, Orthon, Firkon, Kalna, Ilmuth y Zuhl, que pilotaba. El disco vibró apenas, y volvimos a elevarnos en aquel gran cielo de Luz hacia la astronave madre suspendida en el espacio. Se iniciaba el viaje de retorno a la Tierra.

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