jueves, 21 de mayo de 2009

EL LUGAR PREELEGIDO PARA EL ENCUENTRO.

Capítulo 2.
EL LUGAR PREELEGIDO PARA EL ENCUENTRO.
Me encontraba en la cama para una breve siesta. Estaba cogiendo el sueño, cuando una nitida visión apareció ante mis ojos. Veía un bosque, sus árboles, los matorrales y la hierba dividida por un sendero. Sentí que me invadía una profunda paz. Esperé comprender el significado de cuanto me estaba sucediendo, y entonces oí la voz de Refael que me dijo: "Observa bien el lugar. Lo reconocerás: ha sido elegido de antemano para nuestro encuentro".
Todo desapareció, y me quedó una calma serena. Traté de indagar la naturaleza del encuentro que se me había prometido. Pensé que la aparición se volvería a mostrar allí arriba en la naturaleza mejor que entre las paredes de casa. Esta me pareció una respuesta; pero sentía que no era todo. Recordé cuanto me había dicho Rafael: "Me volverás a ver". Decidí quedar tranquilo esperando.
La noche del 23 de Abril de 1980, el Angel me comunicó: "Pasado mañana al empezar la tarde cogerás tu automóvil y te trasladarás a Finale Ligure. Allí sabrás qué hacer. Te saludo". Venciendo todo titubeo, el día establecido salí. La costa se veía recorrida por turistas que habían decidido pasar el puente de vacaciones en el mar.
Cuando llegué a Finale no tuve que plantearme demasiados problemas porque la voz de Rafael llegó puntual para idicarme el recorrido. "Debes trasladarte a Calice", me dijo,"y desde allí proseguirás hacia la montaña. Se te darán otras indicaciones útiles para conducirte al lugar del encuentro".
Mientras mi auto subía las curvas del valle, no lograba determinar si lo que me hacía seguir era del todo mi voluntad, o una voluntad superior a mí, si era la curiosidad más fuerte que todo temor o la alegría de un encuentro que mi ánimo presentía sublime.
Sin embargo el misterio era indiscutible: no comprendía por qué había sido invitado a trasladarme hasta allá arriba. Siguiendo las indicaciones telepáticas había girado hacia la derecha y ahora iba flanqueando otro valle que se abría y se delineaba de modo irregular bajo el sol de la tarde. Continué hasta que se me dijo que abandonase mi Fiat 500 y siguiese a pie. Entonces, después de haber aparcado el coche en un pequeño descampado a la derecha de la carretera asfaltada, me encaminé hacia un sendero que remontaba la costa, siempre siguiendo las indicaciones que, cuando dudaba, se me comunicaban puntualmente.
Ahora subía la pendiente y me faltaba el aliento, quizá porque no estaba habituado a tales escaladas, o quizá por, la emoción del misterio a cuyo encuentro iba.
El corazón me saltaba ahora en la garganta. Me detuve. La voz de Rafael me alcanzó enseguida "No hay nada que temer", me dijo. "Respira profundamente. Descansa un poco y continúa. Te sentirás bien".
Obedecí prontamente y me sentí invadido de un agradable calor que me devolvió el tono y la fuerza. Reemprendí mi camino hacia la subida. A las espaldas tenía el sol, delante de mí estaba la luna. Me pereció que me hacían compañía y pensé que querían ser testigos de lo que me iba a suceder. Caminaba, y de vez en cuando miraba al cielo. Estaba emocionado. El sendero se adentraba ahora por una zona más abierta; a la derecha subía la montaña y a la izquierda veía aún el valle.
Reconocí el lugar que se me había mostrado en la visión. Lo miré y me sorprendió haberlo visto ya tal como era. Mi emoción se acrecentó.
"Respira profundamente y camina", dijo Rafael. Lo hice y volvió a inundarme el calor tonificante y restaurador. Una agradable brisa ligera recorrió mi persona. Me sentí tan sereno que en el ánimo apareció la alegria. La brisa hacía temblar suavemente algunas hojas, y me pareció que también la naturaleza participaba en aquella espera.
Me llegó la voz de Rafael. "Venimos por la parte del sol", dijo; "estamos muy cerca". Lo había oído muy claramente como si procediese de un punto del cielo detras de mis espaldas. Me volví y, contra el sol, sobre el valle, note una mancha vaporosa que bajaba velozmente viniendo hacia mi. Oí que emitía un ligero zumbido.
Experimenté un cierto temor, pero ello no me impidió tener los ojos dirigidos al misterioso objeto. Se acercó moderando suavemente la velocidad e inició una caída vertical hasta pararse en el aire a pocas decenas de metros por encima de mi cabeza. Ahora lo veía bien: aparecía como un gran disco plateado que en algunos trozos parecía vidrio fundido con peltre.
Por todo alrededor tenía luces de varios colores, y por abajo mostraba tres grandes esferas. Me sentí fuertemente atraído hacia lo alto, mientras todo sentimiento de temor se desvanecía.
El objeto se alejó nuevamente hacia el cielo y fue a detenerse sobre la copa de los árboles. Ahora podía observarlo sin ningún impedimento. Mostraba en la parte superior una gran cúpula, sobre cuya cima estaba encendida una luz blanquísima que iluminaba el disco por todo alrededor. La cúpula tenía escotillas redondas que giraban, por las que salía una luz semejante a la que irradiaba por encima. Esta luz aumentó y en vez de deslumbrarme, me daba una sensación agradabilísima. En comparación con ella el sol era ahora de un amarillo descolorido. Fascinado, miraba fijamente esta luz y al mismo tiempo sentía que una insólita alegría penetraba en mi ánimo, dandome una sensación de felicidad. Desde aquel objeto luminoso oí la voz de Rafael que me hablaba. "No es la primera vez", dijo, "que encontramos a los hombres de la Tierra de este modo. Desde siempre hablamos a vuestra humanidad desde nuestros medios espaciales, desde los discos y desde las astronaves. En las Escrituras se lee que el Señor hablaba al hombre de la Tierra desde una nube: es lo que te sucede ahora a tí por primera vez y lo que se dio a experimentar a vuestros padres de toda época".
Mi estupor aumentaba. Comprendí que la experiencia que estaba viviendo, muchos otros hombres de mi planeta ya la habían tenido antes que yo. La voz de Rafael continuó haciéndose oir. "Venimos de las muchas moradas de la Casa del Padre", dijo. "Nuestros mundos pertenecen a la Fraternidad del Amor Universal. Entre nosotros reinan una armonía y un grado de conocimiento desconocido para vosotros. Desde siempre venimos del espacio para traeros ayuda y salvación".
Aquel lugar se había como trasformado por la luz del disco y por las cosas que me decía aquel Ser. Experimentaba un sentimiento de liberación y de grandeza que nunca había experimentado antes. Era como si los estrechos límites de mi mente hubiesen sido removidos.
"Hemos querido este encuentro contigo", añadió la voz. "Nuestra alegría es grande. Estate siempre seguro de nuestro Amor por tí y por todos tus Hermanos de la Tierra. Vendremos otra vez. Ahora te saludamos en el nombre del Padre Universal", Comprendí que hablaba también en nombre de los otros que debían encontrarse en el disco. Hubiese querido preguntarles algunas cosas que me urgían dentro, pero me pareció inoportuno, y me dije que no sabría encontrar palabras adecuadas.
"Pronto nos volveremos a ver", dijo Rafael; "pero no estarás solo al encontrarnos. Te saludo". La luz que envolvía el disco cambió repentinamente de color: de blanca se volvió violeta y después anaranjada. Hubo como un relámpago, y en aquel momento vi nitidamente el interior del disco como si se hubiese acercado y se hubiese vuelto transparente; el Angel estaba en pie bajo aquella cúpula con los brazos abiertos y dirigidos hacia mí. Llevaba una vestidura hasta los tobillos y tenía alrededor otras personas que no podía ver claramente. El objeto suspendido era una gran luz, emitió un zumbido mas sonoro y se disparó como un rayo hacia la luna, desapareciendo en un momento. Sobre los árboles quedó una nube vaporosa que lentamente se diluyó.

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